SORPRENDENTEMENTE, EL SEÑOR proveyó el agua a pesar de que Moisés desobedeció las instrucciones de Dios sobre cómo hacer surgir la misma. El agua era para el pueblo en respuesta a sus necesidades. Dios no retuvo el milagro para castigar a Moisés.
Cuando Moisés desobedeció y golpeó la roca en lugar de hablarle, sus acciones desplazaron el foco de atención en Dios a él mismo. Frustrado con el pueblo de Israel, frustrado con Dios porque el agua no brotó de inmediato, Moisés golpeó la roca como lo había hecho previamente en el desierto de Sin (Vea Éxodo 17:1–7). Tal vez Moisés se había vuelto muy cómodo con su liderazgo, y quizá ahora sentía que Dios honraría todo lo que considerara conveniente. Debido a que Moisés no honró a Dios delante de los israelitas, Dios le impidió guiar al pueblo hasta la Tierra Prometida.
Una vez más, Moisés había hecho algo a su manera (cuando tenía cuarenta años, trató de librar al pueblo a su modo), pero esta vez las consecuencias fueron considerablemente mayores. Moisés había caminado en el poder y en la autoridad de Dios, y toda su fuerza provenía de su dependencia a Él.
A causa de que Moisés actuó sin depender de Dios delante del pueblo, su conducta trajo juicio y castigo. Dios dijo que como consecuencia de su acción, Moisés no guiaría a los hijos de Israel a la Tierra Prometida.
Al igual que el pueblo de Israel, nos encontramos en un viaje por el camino a la presencia de Dios. Nuestro viaje nos prepara para caminar en el poder y en la gloria del Señor, sin el pecado y el juicio resultante de la desobediencia. En este camino nuestro orgullo es humillado y nuestra humildad exaltada. El hombre verdaderamente humilde camina como Jesús caminó, clamando: “No haré nada hasta que vea al Espíritu del Señor actuar. En mis propias fuerzas y habilidad no soy nada”.
El profeta Habacuc escribió:
Habacuc declaró que escribiría aquello que vería y que correría con lo que viera en el tiempo oportuno. Continuó diciendo: “¡Mira a los orgullosos! Confían en sí mismos y sus vidas están torcidas. Pero el justo vivirá por su fidelidad a Dios” (v. 4). El profeta comprendió que un alma orgullosa está torcida. Así es una persona quien no espera en la Palabra de Dios, pero corre en sus propias fuerzas. Tantas veces queremos apresurarnos en lugar de esperar en Dios. Recibir una respuesta puede requerir recibir una respuesta puede requerir paciencia y una obediencia constante a la voz de Dios. Al entonar nuestros corazones en obediencia a la voz de Dios, Él nos mostrará cómo quiere que vivamos. Todo lo que logremos fuera de su guía y habilidad constituye un ejercicio fútil.
QUITAR LOS OBSTÁCULOS
Tome un momento para considerar sus propias acciones. ¿Qué poder está usando, el suyo o el de Dios? ¿Qué pasos prácticos puede dar para ser más dependiente de Dios?
ORACIÓN
Padre celestial, quiero vivir cada día en el poder y en la fuerza de tu Espíritu. Perdóname por las veces en que te he desobedecido y seguido adelante en mis propias fuerzas. Dame un corazón que te anhele. Al pasar tiempo en oración escuchando tu voz, habla a mi corazón y guía mis pasos.
Al igual que el rey David, anhelo ser una persona conforme a tu corazón. Tú llamaste a Abraham un amigo de Dios. Enséñame a vivir en obediencia a ti, y profundiza mi relación contigo. En el nombre de Jesús, amén.
GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO
Éxodo 17:1–7; Números 20:1–13; Santiago 1:22–24”