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LECCION 46 BUSQUE LA SABIDURIA DIVINA

“Hijo mío, presta atención a lo que digo y atesora mis mandatos. Afina tus oídos a la sabiduría y concéntrate en el entendimiento. Clama por inteligencia y pide entendimiento. Búscalos como si fueran plata, como si fueran tesoros escondidos. Entonces comprenderás lo que significa temer al Señor y obtendrás conocimiento de Dios. ¡Pues el Señor concede sabiduría! De su boca provienen el saber y el entendimiento.

—PROVERBIOS 2:1–6

LA SABIDURÍA ESTABA tan arraigada en la vida de Salomón que él sabía qué quería incluso antes de que Dios se lo preguntara. Llevaba el profundo deseo de sus padres de conocer la sabiduría de Dios y de entender su temor santo. Él sabía acerca del hermano quien lo había precedido. Había oído que el Señor lo amaba y que lo había separado como príncipe entre príncipes. Sabía que solo la sabiduría podría preservar y guiar su vida como rey.

Salomón buscó la sabiduría toda su vida. Tan sabio como era, desobedeció el mandamiento de Dios de nunca casarse con una extranjera. Se casó con muchas de ellas, y alejaron su corazón del Señor y, finalmente, provocaron que se apartara de Dios con todo su corazón.

Después de un reinado de cuarenta años, Salomón reflexionó sobre su vida y dio este resumen de toda su búsqueda:

Aquí culmina el relato. Mi conclusión final es la siguiente: teme a Dios y obedece sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos. Dios nos juzgará por cada cosa que hagamos, incluso lo que hayamos hecho en secreto, sea bueno o sea malo.
—ECLESIASTÉS 12:13–14

Hacia el final de su vida, él regresa a la sabiduría de sus padres. Exhorta a quienes lean sus palabras a primeramente temer a Dios y, en segundo lugar, a obedecer sus mandatos. ¿Por qué? Porque llegará el día cuando cada uno de nosotros debamos estar delante del Rey supremo y mirar mientras juzga cada palabra y cada acción. Salomón estuvo al umbral de ese juicio y pudo sentir la urgencia de lo que realmente merecía su tiempo y atención.

Al ser el más sabio de todos, sabía lo que era verdaderamente valioso. Percibió la escala de la medida eterna y verdadera de Dios. Dios es el Juez supremo de la verdadera medida de una persona. Él solo está interesado en aquello que queda después de que el fuego de la verdad limpie la cizaña y la escoria.

La medida de fe nos hace creer que Dios es justo y que Él es bueno. Gracias a estas dos verdades podemos abrazar libremente el evangelio y escondernos en Cristo. Esto nos concede su justicia. No tenemos que depositar nuestra confianza en nosotros mismos ni en la justicia propia. Negándonos a nosotros mismos vamos a abrazar la cruz.

El amor de Dios nos atrae más a Él. Al contemplarle, somos transformados a su imagen y semejanza.

El temor de Dios nos impide que retornemos al camino de la destrucción. Nos guarda y nos limpia de toda impureza. El temor santo imparte un conocimiento salvador del Señor. Es la luz que nos atrae más cerca, mientras que su amor nos da seguridad y su fe nos viste de poder.

Estas tres hebras—fe, amor y temor santo—cuando son firmemente entrelazadas nos proporcionan un lugar seguro. Constituyen los criterios con los que Dios juzga las intenciones de nuestro corazón. Este parámetro se aplica a todos aquellos que abracen la cruz.

Ya no tiene importancia cómo nos mide este mundo o la ley, porque se ha establecido delante de nosotros un camino nuevo y vivo. Para entrar en una mayor profundidad de su presencia y abrazar una relación íntima con el Dios eterno, debemos crecer en nuestra fe, amor y temor santo. No obstante, no podemos crecer en nuestras fuerzas, sino que debemos entregarnos en las manos poderosas de Dios y usar el poder y la fuerza del Espíritu de Dios.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

Prepare su corazón para buscar la sabiduría de Dios. Memorice las promesas de Dios y cuide su tiempo invertido en la lectura de la Biblia. Escuche canciones de alabanzas a lo largo del día y cree un ambiente para su presencia. Anote los versículos del libro de Proverbios que hablen directo a su corazón. Separe un tiempo de meditación para que el Espíritu Santo lo lleve al lugar del conocimiento íntimo del Padre.

ORACIÓN

Dios, reconozco que es imposible tener una relación íntima contigo en mi propio poder o fuerzas. Por tanto, te ruego, Santo Espíritu, que siempre me guíes en amor, fe y en el temor reverencial de Dios. No quiero quedarme como estoy mientras camino en tu presencia. Anhelo crecer y ser más como el Señor Jesús. Gracias por las Escrituras y el ejemplo de Jesús al caminar en esta tierra. Despierta en mí un deseo de conocerte más, y dame de tus fuerzas para transitar el camino que tengo por delante. Gracias por la bendición de crecer en mi intimidad contigo. Te lo pido en el poderoso nombre de Jesucristo, amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

Proverbios 4