UNA HERMANA O hermano ofendido es más difícil de recuperar que una ciudad fortificada. En los tiempos de Salomón, las ciudades fuertes tenían muros a su alrededor. Estos muros garantizaban la protección de la ciudad. No permitían el acceso de habitantes indeseables ni de invasores. Tenía prohibida la entrada todo aquel que era considerado una amenaza para el bienestar o la seguridad de la ciudad.
Cuando somos heridos, construimos muros para proteger nuestros corazones y prevenir futuras heridas. Nos volvemos selectivos, negándole la entrada a todo aquel que pueda llegar a lastimarnos. Eliminamos de nuestras vidas a quien creemos que nos debe algo. Les negamos el acceso hasta que estas personas hayan pagado su deuda por completo. Abrimos nuestros corazones solo a aquellos que sentimos que están de nuestro lado.
Sin embargo, a veces aquellos que consideramos de nuestro lado también se ofenden. Así que en lugar de ayudarnos, colaboran en apilar piedras adicionales a nuestros muros preexistentes. Sin darnos cuenta, esos muros de protección se convierten en una prisión de las ofensas. Pronto, no solamente nos volvemos cautelosos sobre quién entra, sino también somos temerosos de aventurarnos fuera de los muros de nuestra fortaleza.
La mirada de los cristianos ofendidos setorna hacia adentro y hacia la introspección. Velamos cuidadosamente por
nuestros derechos y nuestras relaciones personales. Asegurarnos de que no tendrán lugar nuevas heridas consume toda nuestra energía. Sin embargo, si no nos arriesgamos a ser lastimados, no podemos dar amor incondicional. El amor incondicional les otorga a otros el derecho de herirnos.
El amor no busca lo suyo, pero cuando las personas son heridas se vuelven más y más egoístas y autosuficientes. En este ambiente hostil, el amor de Dios se enfría. Un ejemplo de la naturaleza puede verse en los dos mares de la Tierra Santa. En el mar de Galilea entran y salen libremente las aguas. No obstante, el mar Muerto recibe agua, pero nunca fluye. Las aguas vivas del mar de Galilea se mueren cuando se mezclan con las aguas estancadas del mar Muerto. El amor y la vida no crecerán ni florecerán a menos que se las deje libres.
Un cristiano ofendido recibe la vida, pero a causa del temor no puede fluir hacia otros. Como consecuencia, solo es cuestión de tiempo antes de ver su vida estancada dentro de los muros de la prisión de las ofensas. El Nuevo Testamento describe estos muros como fortalezas: “Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo” (2 Co. 10:4–5).
Estas fortalezas crean patrones de razonamiento establecidos, por medio de los cuales se procesa toda la información entrante. Aunque inicialmente se construyen por protección, se convierten en una fuente de tormentos y distorsión, porque luchan contra el conocimiento de Dios Cuando filtramos todo a través de las heridas del pasado, rechazos y malas experiencias, se vuelve imposible creerle a Dios. No podemos creer que su palabra sea verdad.
Dudamos de su bondad y fidelidad, ya que lo juzgamos según los parámetros establecidos por el hombre en nuestras vidas. No obstante, “Dios no es hombre, para que mienta” (Nm. 23:19, RVR60). “Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse” (Is. 55:8).
La gente ofendida será capaz de encontrar pasajes de la Escritura que justifiquen sus posiciones, sin darse cuenta de que están erróneamente dividiendo la Palabra de Dios.
El conocimiento de la Palabra de Dios sin amor constituye una fuerza destructiva porque nos llena de orgullo y legalismo. (Vea 1 Corintios 8:1–3.) Esto nos lleva a justificar nuestras acciones en lugar de arrepentirnos por nuestra falta de perdón, lo cual crea un ambiente en donde podemos ser fácilmente engañados. El conocimiento sin el amor de Dios conduce al engaño.
QUITAR LOS OBSTÁCULOS
“Cuando usted es ofendido, ¿cómo reacciona? ¿Responde con amor o construye un muro de protección a su alrededor? ¿Cómo puede derribar sus muros de protección y extender el amor y restauración de Dios?
ORACIÓN
Padre, no quiero levantar muros de protección los cuales inevitablemente me aprisionarán. Me propongo vivir con una confianza y valor en tu amor y cuidado. Si he ofendido a algún hermano o hermana, toca mi espíritu y hazme consciente de dicha ofensa.
Luego ayúdame a reconciliar esa relación. Quiero edificar y animar a las personas que se crucen en mi camino, no ofenderlas.
Si otros usan la Biblia en defensa propia, ayúdame a amarlos con tu misericordia. En el nombre poderoso de Jesús, amén.
GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO
Juan 15