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LECCION 30 QUE CRITERIO APLICA PARA OBEDECER, EL SUYO O EL DE DIOS?

No juzguen a los demás, y no serán juzgados. Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.

—MATEO 7:1–2

SI JUZGAMOS A los demás, seremos juzgados. Un día, mientras me secaba el cabello, estaba pensando y criticando a una amiga quien me había lastimado. Me dije a mí misma que siempre supe que era así y que me mantendría alejada de ella.

Esta persona me había lastimado repetidas veces. Nuestra amistad había sido inconstante a lo largo de los años. En un momento éramos los mejores amigos, y al siguiente nos convertíamos en enemigos, sin causa aparente. Después ella volvía a entablar una relación conmigo, solo para que el mismo ciclo se volviera a repetir. Los chismes eran inevitables, y ¡finalmente decidí ponerle fin a nuestra amistad!

Después de tomar esta determinación, esperaba sentirme libre, pero en cambio me sentí afligido mientras que el Espíritu me examinaba. Defendí mi postura: “Tengo razón en juzgarl0. ¡Ela es así!”.

De inmediato sentí que el Espíritu de Dios me preguntó. “¿Es eso lo que quieres que diga sobre ti?”.

“Quedé atónito. Después de todo, ¡Yo no era el problema aquí! ¿Qué tenía que ver yo con esto? Estaba hablando sobre el. El Espíritu Santo continuó: “Cuando juzgas a alguien, estás diciendo que nunca va a cambiar, y por lo

tanto, no tienes que reconciliarte con ellos. Si juzgas a los demás, entonces debo juzgarte. ¿Quieres que yo diga: nunca va a cambiar’?”.

El apóstol Santiago escribió: “Solo Dios, quien ha dado la ley, es el Juez. Solamente él tiene el poder para salvar o destruir. Entonces, ¿qué derecho tienes tú para juzgar a tu prójimo?” (Santiago 4:12). Había presumido que conocía el corazón de alguien más, y cuando juzgué a esta persona, terminé sintiéndome angustiada porque también se me estaba juzgando. Solo Dios es el Juez, y no compartirá su trabajo con nadie más. Yo conocía las acciones de esta mujer, pero solo podía imaginar sus intenciones.

Aunque creía que mi información era certera, estaba incompleta en el mejor de los casos. Es importante notar que esta conversación nunca salió de mi boca, tuvo lugar solo en mi cabeza. Nunca tuve la intención de acusarle públicamente, pero como abogada y jueza, la había declarado culpable en el tribunal parcial de mi corazón.

Al ver la verdad, quería arrepentirme. Sin embargo, me preocupaba que mi arrepentimiento me condujera de nuevo a una relación insalubre. Antes de orar, me quejé: “¡Dios, es verdad! Este ciclo continúa sucediendo”. Gentilmente, el Espíritu Santo me animó: “Nunca dije que tienes que ser su amiga o que tus valoraciones estuvieran totalmente equivocadas; solo que tu reacción no era la correcta”.

Fue allí cuando me di cuenta de que es posible tener la razón y aún estar equivocado. Necesitaba separar las acciones de esta mujer de sus intenciones. Era razonable decidir actuar con precaución en todas las interacciones futuras. Necesitaría ejercitar la sabiduría de Dios en mi relación con ella, pero no iba a convertirme en jueza para juzgarla. No habrá compasión para quienes no hayan tenido compasión de otros, pero si ustedes han sido

compasivos, Dios será misericordioso con ustedes cuando los juzgue” (Santiago 2:13).

A pesar de que merezco ser juzgada, necesito compasión. Si quiero compasión, debo también ser compasiva, porque solo la misericordia triunfa sobre el juicio.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

¿A quién ha juzgado? Acérquese hoy ante el trono de Dios y libérelo de ese juicio. Cuando otros lo ofendan, la herida que le hayan causado puede convertirse en su prueba. Pídale a Dios que le conceda gracia para pasar dicha prueba.

ORACIÓN

Padre celestial, gracias por tu misericordia inmerecida, la cual triunfó sobre el juicio en mi vida por medio de Cristo Jesús. Confieso que a veces me he apresurado a juzgar a mis amigos, compañeros de trabajo, vecinos e incluso a personas de la calle. Por el poder de tu Espíritu, dame un corazón lleno de compasión y que se abstenga de juzgar a los demás.

Gracias por la manera amorosa con la que me guías por el camino a tu presencia. Te pido que al sembrar semillas de misericordia, pueda yo crecer más cerca de ti. En el nombre de Jesús, amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

Mateo 7; Santiago 4