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LECCION 26 DESPOJESE DE TODA AMARGURA

[edgtf_button type=”simple” text=”“Hago este pacto contigo, para que nadie. . . produzca frutos amargos y venenosos en medio de ti. —DEUTERONOMIO 29:18″ target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

ESTABA MINISTRANDO SOBRE el tema de las ofensas. Una mujer se me acercó y me dijo que había perdonado a su exmarido por todo lo que había hecho. Mientras me escuchaba predicar sobre renunciar a las ofensas, se dio cuenta de que aún no tenía paz en su ser y se sentía muy inquieta.

“Usted todavía no lo ha perdonado”, le dije gentilmente.
“Sí, lo hice”, dijo. “He llorado lágrimas de perdón”. “Pudo haber llorado, pero aún no lo ha dejado ir”. Insistía en que yo estaba equivocado y en que lo había perdonado. “No quiero nada de él. Lo he soltado”.

“Quisiera que me cuente lo que le hizo”, le pedí. “Mi marido y yo éramos pastores en una iglesia. Él me dejó y a nuestros tres niños y se fue con una mujer prominente de la iglesia”.

Lágrimas se formaron en sus ojos. “Decía que le había fallado a Dios al casarse conmigo, porque la voluntad perfecta de Dios para su vida era casarse con la mujer con la que huyó. Me dijo que ella era una persona valiosa para su ministerio porque lo apoyaba mucho más que yo. Dijo que yo era una carga y que lo criticaba. Me echó la culpa por nuestra ruptura matrimonial.

Nunca ha regresado ni admitido que todo esto fue también su culpa, ni me ha pedido perdón.

Este hombre obviamente estaba engañado y había ofendido a su esposa y a su familia en gran manera. Ella había sufrido mucho dolor a causa de sus acciones y estaba esperando que él cancelara su deuda. Esta deuda no tenía nada que ver con la ayuda financiera, su nuevo marido le proveía económicamente. Ella quería que su exmarido admitiera que se había equivocado y reconociera que ella había estado en lo correcto.

Somos amonestados por el apóstol Pablo:

[edgtf_button type=”outline” text=”“Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros” (Col. 3:13). ” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]
[edgtf_button type=”outline” text=”Y “ . . . sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo” (Ef. 4:32).” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

Gentilmente, le expliqué a esta mujer: “Usted no lo perdonará hasta que él vuelva a usted, admita que estaba equivocado, que fue su culpa y no la suya, y luego le pida que lo perdone. Esta es la deuda que la ha mantenido atada”.

Lágrimas rodaban por sus mejillas. Aquello que pretendía parecía algo pequeño en comparación con todo el dolor que él les había causado a ella y a sus hijos. Sin embargo, estaba atada a la justicia humana. Se estaba poniendo ella misma como jueza, y reclamaba su derecho al cumplimiento de la deuda y esperaba su paga. Esta ofensa había entorpecido su relación con su marido actual. Asimismo, había afectado su relación con todas las autoridades masculinas, ya que su exmarido también había sido su pastor.

El autor de Hebreos nos amonesta, diciendo:

[edgtf_button type=”outline” text=”Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando 86 alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (He. 12:14–15, RVR60).” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

La amargura es una raíz. Cuando a las raíces se las cuida, se las riega, protege, alimenta y se les da atención, se vuelven más profundas y fuertes. Si no se las trata rápidamente, las raíces son difíciles de quitar. La fuerza de una ofensa crece con el paso del tiempo. La Biblia nos advierte que si una persona no sigue la paz al despojarse de las ofensas, finalmente, será contaminada; y es prácticamente inevitable ser corrompidos por la vileza de la falta de perdón. En el camino a su presencia, somos desafiados a seguir la paz.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

Examine lo profundo de su corazón por cualquier raíz de amargura. ¿Se encuentra actualmente atado por el peso de las deudas pendientes o promesas sin cumplir? Deje estas expectativas frustradas en las manos poderosas de Dios, y siga la paz que conduce a su gloria.

ORACIÓN

Señor mi Dios, admito la carga y las ataduras de las expectativas sin cumplir y las promesas rotas. Entrego cada expectativa y promesa incumplida en tus manos. Pueda tu Palabra rodear mi corazón y guardarme de toda amargura. Llena mi corazón con tu amor, y que tu paz me guarde cuando alguien se cruce en mi camino. Guíame por el camino angosto hacia tu presencia. Amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

Efesios 4-5