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LECCION 25 VENGANZA: LA TRAMPA

[edgtf_button type=”simple” text=”“Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. —ROMANOS 12:17″ target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

AFERRARSE A LA falta de perdón se asemeja a mantener una deuda con otra persona. Cuando alguien nos ofende, solemos sentir que están endeudados con nosotros o que nos deben algo. Nuestro sistema judicial existe para que la parte perjudicada o agraviada pueda vengarse. Las personas tratan de saldar sus deudas en los juicios. Cuando una persona ha sido perjudicada por otra, la justicia humana dice: “Serán juzgados por lo que han cometido y cumplirán la pena si se los haya culpables.

Este no es el camino de la justicia. “Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras:

[edgtf_button type=”outline” text=”“Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen’, dice el Señor” (Ro. 12:19).” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

No está bien que como hijos de Dios nos venguemos. Pero eso es exactamente lo que pretendemos hacer cuando nos negamos a perdonar. Deseamos la venganza y buscamos una oportunidad para ejecutarla. Retenemos el perdón hasta que la deuda sea cancelada según nuestra satisfacción, determinando qué es aceptable como compensación. Cuando “buscamos reparar los perjuicios ocasionados, nos convertimos en jueces. Dios es el Juez justo. Él pagará conforme a su justicia. Si alguien ha hecho algo malo y genuinamente se arrepiente, la obra de Jesús en el calvario cancela la deuda. Usted puede discutir: “¡Pero fui yo quien me equivoqué, no Jesús!”.

Es cierto, pero se ha olvidado del pecado que cometió contra él. Él verdaderamente era una víctima inocente. No cargaba culpa alguna, mientras que todos nosotros hemos pecado y fuimos justamente condenados a muerte. Cada uno de nosotros ha violado las leyes de Dios, y estas trascienden las leyes de la tierra. Si se hiciera justicia, todos mereceríamos morir en manos de la corte suprema del universo.

Quizá no haya hecho nada para provocar los daños que otros le hayan causado. Pero si contrasta lo que le hicieron con lo que se le ha perdonado a usted, no hay comparación. ¡Ni siquiera reduciría la deuda que tenía! Si se siente engañado, ha perdido el concepto de la misericordia que le fue extendida.

Según el pacto del Antiguo Testamento, si usted transgrede contra mí, yo tenía derechos legales a reclamar una retribución. La ley reinaba con supremacía. No obstante, Jesús tuvo que morir para hacernos libres. Mire cómo se dirige a los creyentes del nuevo pacto:

[edgtf_button type=”outline” text=”Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda. —MATEO 5:38–42, NVI” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

Jesús elimina toda área gris que pueda dar lugar a rencores. De hecho, Él dice que nuestra actitud tiene que estar tan alejada de la venganza propia, que debemos estar dispuestos a abrirnos a la posibilidad de que se aprovechen de nosotros una vez más.

Cuando buscamos reparar el daño que nos han ocasionado, nos convertimos en jueces. Debemos hacer espacio y darle lugar al Señor, el Juez justo. Él recompensa justamente. Solo Él puede tomar venganza con justicia. A lo largo del camino a su presencia, podemos estar seguros de que Dios es nuestro Juez justo. La venganza solo le pertenece a Él, nunca a nosotros.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

Cada vez que somos agraviados, nuestra inclinación natural es lanzarnos al ataque y defendernos. ¿Ha sido “ofendido” recientemente? ¿Cómo respondió? ¿Cómo puede devolver el mal que le causaron con amor y bondad? Es la manera que siempre asombra a otros y da testimonio de Cristo.

ORACIÓN

Padre celestial, tu Hijo, Jesús, era en verdad inocente; sin embargo, murió por mis pecados. Gracias por pagar la deuda, la cual nunca hubiese podido pagar. En este mundo, es tan tentador defenderse en cada frente, pero tú me has librado del poder del sistema de este mundo. Renuncio a cualquier tendencia o actitud hacia la venganza y me propongo guardar mi corazón. Concédeme una medida sobrenatural de tu amor a fin de poder extender tu misericordia hacia otros. Entrego todo asunto de venganza en tus manos. Gracias por tu promesa de recompensar al justo. En el poderoso nombre de Jesús, amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

1 Juan 1–2