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LECCION 21 MAS ALLA DE NUESTRA CEGUERA

[edgtf_button type=”simple” text=”. . . la sumisión a Dios, con afecto fraternal, y el afecto fraternal, con amor por todos. Cuanto más crezcan de esta manera, más productivos y útiles serán en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo; pero los que no llegan a desarrollarse de esta forma son cortos de vista o ciegos y olvidan que fueron limpiados de sus pecados pasados. —2 PEDRO 1:7–9″ target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

LA BIBLIA PROMETE que cuanto más crezcamos en la fe, la virtud, el conocimiento, el control propio, la perseverancia, la sumisión, el afecto fraternal y el amor, más creceremos en nuestra intimidad con Él. Cada una de estas medidas puede incrementarse mediante el uso y el ejercicio de nuestra fe. Se nos advierte también que “los que no llegan a desarrollarse de esta forma son cortos de vista o ciegos” (2 Pedro 1:9).

Los cortos de vista o los ciegos tienen dificultades para ver las cosas con exactitud. Yo (Lisa) sé que soy corta de vista. Sin la ayuda de mis gafas, no reconozco la figura de mi propio esposo hasta que está a veinte pies de distancia (seis metros). La discapacidad visual nos hace perder nuestra dirección y visión. Los cortos de vista solo notan lo obvio. A menudo, lo obvio eclipsa lo eterno.

Esta falta de visión nos vuelve olvidadizos. “¿Dónde dejé mis llaves?”. Si el objeto no está justo enfrente de nosotros, rápidamente nos lo olvidamos. Pedro dijo que este padecimiento nos hará olvidar que fuimos limpiados. Cuando este conocimiento se pierde, comenzamos a poner excusas. “¿Por qué alguien se tomaría la molestia de dar explicaciones por algo por lo cual ya no es responsable? Si un individuo recordara que él o ella ya ha sido limpiado, dicha persona simplemente diría: “Ah, eso fue antes de haberme convertido en una persona nueva”.

Cuando no obedecemos la verdad que ha sido claramente revelada, nos engañaremos a nosotros mismos (Santiago 1:22). Nuestro corazón nos vuelve a condenar si tratamos de justificar nuestros pecados con las obras de la carne y la psicología humana. Volvamos al propósito de la salvación. ¿Acaso no fue para restaurar nuestra relación con Dios por medio de la remisión de los pecados y la limpieza de nuestro pasado?

Cuando esté frente a Dios, estaré sola, como un individuo. Cada uno de nosotros seremos juzgados según nuestras propias obras. Por esta razón necesitaba un Salvador. Había vivido una vida la cual no podría soportar la mirada y la presencia de un Dios santo. Me volví cristiana cuando me di cuenta de que era pecadora y Dios era santo. Ninguno de los dos podíamos acercarnos entre sí, pero Jesús se convirtió en mi Mediador.

Job describe su necesidad de un Salvador de esta forma

[edgtf_button type=”outline” text=”“Si tan solo hubiera un mediador entre nosotros, alguien que pudiera acercarnos el uno al otro” (Job 9:33).” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

Hoy tenemos a alguien que media entre Dios y nosotros. Imagínese lo siguiente: El libro de la vida es abierto, y se leen en voz alta las sentencias escritas en nuestra contra para que todos escuchen. En presencia de este Juez justo, nuestros pecados son flagrantes y la lista es extensa y de amplio alcance. Tenemos miedo de no ser perdonados.

Nuestra única esperanza es nuestro Abogado glorioso, el Hijo unigénito del Juez. Lloramos y temblamos en el silencio que prosigue al pronunciamiento de la sentencia: “Se los encuentra culpables de los cargos”.

Entonces nuestro Abogado da un paso al frente e intercede por nuestra causa. “Padre, eres justo al declararla culpable. Ella sabía que este día llegaría, e intercambió su vida pecaminosa por mi señorío. Ha sido mi sierva. Mi muerte revoca la sentencia escrita en su contra. Los pecados que ha cometido están cubiertos por mi sangre”. “¡Está perdonada!”, el Juez declara. ¡Ahora somos libres!

¡Imagínese el alivio y el gozo! Una vez y para toda la eternidad somos dignos de la ciudadanía en el Reino de Dios; no a causa de lo que hicimos o por las vidas que vivimos, sino por lo que Jesús hizo. Su justicia es incuestionable, ¡y nos ha sido asignada!

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

¿Quedó atrapado en los detalles de la vida? ¿Ha perdido de vista el panorama de la vida eternal? Tome algunos momentos para celebrar el perdón de Dios por sus acciones pasadas, luego pídale a Dios que lo ayude a volver a enfocar su perspectiva en las cosas eternas.

ORACIÓN

“Padre celestial, te pido que acalles las voces en mi mente y corazón que me condenan y que me regresan a mi manera de pensar corta de vista de mi pasado. Ayúdame a celebrar que has perdonado mi pasado. Gracias por aquel que es el Mediador entre Dios y el hombre, Jesús, el Cristo. Dame la sabiduría y la inteligencia para crecer cada día y volverme más como Jesús. Celebro el señorío de Cristo en mi vida. Amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

Romanos 3; 1 Corintios 15