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LECCION 10 NO SOLO OIGA, OBEDEZCA

[edgtf_button type=”simple” text=”“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. —SANTIAGO 1:22–24, RVR60″ target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

CUANDO OÍMOS LA Palabra de Dios y no la ponemos en práctica, ¡engañamos nuestro propio corazón! Una persona engañada realmente cree que está obedeciendo a Dios, cuando en realidad está actuando en desobediencia. El engaño cubre con un velo el corazón y obstruye la verdad. Cuanto más una persona desobedece, más grueso y más obstructor se vuelve el velo, haciendo que sea más difícil de quitar.

A los ojos de Dios, la obediencia parcial o selectiva es lo mismo que la rebeldía a su autoridad. ¡Es la prueba de la falta de temor de Dios!
Una vez me encontraba preparándome para ministrar. Estábamos en medio de la alabanza y de la adoración cuando el Espíritu del Señor trajo esta pregunta: “¿Sabes qué es un espíritu religioso?”.

He aprendido que cada vez que Dios hace una pregunta, no es porque está buscando información. Si bien he escrito y predicado acerca de los espíritus religiosos y cómo estos operan, supe de inmediato que mi información debió haber sido limitada como mucho. Así que respondí: “No, Señor. Por favor, dime”. Rápidamente, me respondió: “¡Una persona con un espíritu religioso es aquella que usa mi Palabra para hacer su propia voluntad!.

En otras palabras, es cuando tomamos lo que el Señor ha dicho y ajustamos nuestros propios deseos a su Palabra, en lugar de responder a los deseos de Dios.

Quedé asombrado de la sabiduría impartida por el Espíritu de Dios. La apliqué a la situación de Saúl en 1 Samuel 15:1–24. Pude ver que Saúl había hecho conforme le fue dicho; sin embargo, hizo que sus propios deseos se ajustaran a su desobediencia. El corazón de Dios no era el centro. Saúl había visto una oportunidad para beneficiarse a sí mismo y afianzar su posición ante el pueblo, y la aprovechó.

¿Fue eso señorío? ¿Fue temblar ante la Palabra de Dios? El temor del Señor nos impedirá transigir la verdad de Dios para lograr un beneficio personal. Entonces obedeceremos la Palabra de Dios, sin importar lo que cueste, porque queremos ver sus deseos cumplidos.

Las personas pueden leer, oír e incluso predicar la Palabra de Dios y, sin embargo, vivir como aquellos que no la conocen. Existen muy pocos cambios en sus vidas. Prácticamente, no hay una transformación. El salmista describe la condición de aquellos quienes asisten a la casa de Dios, escuchan su Palabra, pero siguen iguales. Él dice:

[edgtf_button type=”outline” text=”“Esa gente no cambia de conducta, no tiene temor de Dios” (Salmo 55:19, NVI).” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

Tales personas profesan que han sido salvas, pero no son transformadas por el poder de Dios. Son impíos, desagradecidos, sin amor, desobedientes e implacables, y también manifiestan otras características, las cuales no los diferencian de aquellos quienes nunca han oído la Palabra de Dios.

Probablemente no fumen, consuman alcohol o maldigan como los paganos del mundo, pero por dentro sus intenciones son las mismas. Estas personas son egoístas. Pablo describe su condición como que siempre están aprendiendo pero nunca logran poner en práctica el conocimiento de la verdad (2 Ti. 3:1–7). Tales personas están siendo engañadas (v. 13).

En el desierto, los hijos de Israel sufrieron esta falta de visión a causa de un corazón cubierto por un velo. El velo se llamaba engaño. Oían la Palabra de Dios y veían su gran poder; sin embargo, permanecían sin ser transformados. Su falta de temor santo hizo que sus ojos espirituales se nublaran.

Sin un verdadero arrepentimiento, este velo se engrosó hasta el punto de causar una ceguera. Los corazones de los israelitas no veían la clase de personas en la que se habían convertido. Mientras celebraban la libertad de Egipto (el mundo), perdieron de vista los propósitos de Dios y retrocedieron, incluso se acobardaron, cuando su gloriosa presencia fue revelada. Lo mismo puede suceder con nosotros si no ponemos atención a las advertencias de Dios.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

¿Alguna vez ha oído las enseñanzas del Señor y ajustado sus propios deseos a esas instrucciones? Pídale a Dios que quite el velo del engaño de su corazón, y tome la decisión de dejar atrás toda obediencia selectiva.

ORACIÓN

Padre, quita el velo del engaño de mis ojos. Quiero oír tu verdad y obedecerla. Me arrepiento de todo engaño en mi corazón.

Anhelo obedecerte con todo mi ser. Perdóname por solo tomar de la Biblia aquello que se ajusta a mis necesidades y deseos. Gracias por el perdón de mis pecados por medio de mi relación con Cristo Jesús. Enséñame a obedecer todas tus verdades de la Biblia y solo tus deseos del corazón. En el nombre de Jesús, amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

1 Samuel 15:1–33; 2 Timoteo 3:1–13