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LECCION 41 INTIMIDAD CON DIOS

CUANDO USTED TIENE intimidad con alguien, él o ella ocupa un lugar en su corazón sin reparar en las interrupciones o desafíos en su relación. Esto es ciertamente verdad en nuestra relación con el Padre eterno. Sin importar lo que pueda venir en nuestra contra o pasar por nuestras vidas, Él sigue siendo fiel. Pero ¿qué sucede con nosotros durante los tiempos de aflicción? El apóstol Santiago nos anima:

“Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse.

Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada. Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro” (Santiago 1:2– 6, énfasis añadido).

Observe que Dios dice: “considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho”. No dice: “considérenlo como un tiempo para alegrarse un poco y afligirse otro poco”.

No tiene que haber ningún ápice de aflicción en nuestros corazones. Ahora bien, resulta fácil mantener el gozo cuando todo va bien. Pero Dios quiere sacar nuestra fortaleza del gozo durante los tiempos de pruebas. ¿Por qué la Biblia dice esto? Porque Dios sabe que

“¡el gozo del SEÑOR es su fuerza!” (Neh. 8:10).

El gozo constituye una fuerza espiritual que nos fortalece.

Dios promete: “una corona de belleza en lugar de cenizas, una gozosa bendición en lugar de luto, una festiva alabanza en lugar de desesperación” (Is. 61:3). Cierto día, cuando me encontraba solo en casa sentí un espíritu de pesadez. Quería aproximarme más a Dios, así que tomé mi Biblia para leer, pero casi no podía concentrarme en las palabras. Comencé a orar, pero me resultaba aún más difícil. Sentí dentro de mí al Espíritu de Dios empujándome a que escuchara una de mis grabaciones de alabanza.

Encendí algunas canciones de alabanza. Comencé a cantar, y cuando la melodía de las canciones se terminó, lo volví a encender una segunda vez. Esta vez, mientras cantaba, comencé a prestar atención a lo que estaba cantando.

Gozo brotó de mi alma, y empecé a danzar y cantar. Noté que mi foco de atención ya no estaba puesto en mí, sino en la grandeza de Dios y en el amor de Jesús. Celebré esta revelación con danza y canción durante los siguientes treinta minutos.

Cuando se terminó, me di cuenta de que toda esa pesadez ya se había levantado. Sentía que la vida y la fuerza fluían a través de mí, cuando hacía tan solo treinta minutos me había sentido sin vida.

El profeta Isaías dice: “¡Con alegría ustedes beberán abundantemente de la fuente de la salvación!” (Is. 12:3).

Al alabarle, mi perspectiva cambió, y cambié mi pesadez por el gozo del Señor. Había sacado fuerza de la fuente de la salvación. La alabanza mantiene nuestros ojos puestos en el gozo que nos fue dado. A fin de acercarnos, debemos contemplarle a Él. Estos cinco devocionales finales analizan esta área sobre la intimidad con Dios.

La intimidad no sucede de la noche a la mañana. La intimidad se da en función del crecimiento y la confianza. Constituye un proceso que por lo general implica tanto el dolor como el placer.

Es un tiempo cuando nos atrevemos a ser lo suficientemente vulnerables como para dejar de lado nuestras máscaras, salir de nuestro escondite y dejarnos ver tal cual somos. Él nos ama íntima y profundamente.

Él no rechazará nuestros intentos de acercamiento. Nos invita más cerca para ver y ser vistos. Oremos, mientras nos aventuramos en este camino a su presencia.