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LECCION 12 QUITE LA VIGA DE SU OJO

[edgtf_button type=”simple” text=”¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. —MATEO 7:3–5, NVI” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

ASÍ COMO UN velo sobre nuestros ojos espirituales distorsiona nuestra imagen del Señor, también lo hará una viga, especialmente cuando ignoramos la misma en nuestros ojos y usamos nuestra “visión lateral” para fijarnos en las astillas de los ojos de nuestros hermanos. Probablemente, yo tenía suficientes vigas en mis ojos como para construir una cabaña. Mi viga principal manifestaba una tendencia a criticar y a juzgar. La astilla de otra persona podría generar una tendencia para andar chismeando o provocar enojo.

Se debe interpretar esta escritura en contexto con la escritura precedente:

[edgtf_button type=”outline” text=”“No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1, NVI)” target=”_self” icon_pack=”” font_weight=”” text_transform=””]

Una astilla puede nublar su visión, pero una viga la obstruye; y el juzgar a otros es una viga.

Tales vigas se transforman en todo lo que ve. La gente con una “visión de viga” encuentra que a donde sea que miren, pueden ver solo los defectos de los otros. El aserrín es un subproducto de las vigas de madera. El aserrín de otros se vuelve el centro. Aquellos con una “visión de viga” reconocen en otros un subproducto de ellos mismos.

El aserrín no es tan evidente como las astillas o las vigas. Las personas con vigas en sus ojos caminan totalmente inconscientes de su ceguera, al mismo tiempo que intentan quitar las numerosas astillas del ojo ajeno. Cuando se lo imagina, verá cuán tonto y peligroso es creer que podemos ayudar a alguien más cuando las vigas enceguecen nuestros propios ojos. Nadie estaría de acuerdo en someterse a una cirugía realizada por un cirujano con sus ojos vendados.

Nuestro propósito es no juzgar a otros con las verdades que aprendamos, sino juzgarnos a nosotros mismos. A menudo, resulta más fácil oír un sermón y pensar en alguien más, tal vez en la persona sentada al lado nuestro. O leer un libro para alguien más. Sé que me ha pasado. Leo un libro y pienso: “¡Está genial! ¡Conozco a ciertas personas que realmente necesitan leerlo!”. Mi mente se empieza a acelerar mientras planeo cómo conseguirle a cada uno un ejemplar del libro o cómo encontrar la manera de leerles en voz alta algunos pasajes del mismo.

Ahora, eso está bien si solo quiero compartir algo que primeramente me ha ayudado a mí. Está bien ayudar a otros cuando nuestra visión es clara. El único problema es que por lo general me salteo el paso de “me ayudó a mí” y salto directamente al proceso de ayudar o cambiar a otros. Me vuelvo tan ocupada leyendo el libro para otros que me pierdo de aplicar sus verdades en mi propia vida. Jesús dijo que primero quitemos la viga de nuestro propio ojo, y luego nos ocupemos de sacar la astilla del ojo de nuestro hermano.

Cuando nuestras vigas son quitadas, vemos con claridad porque nuestras intenciones son puras.

QUITAR LOS OBSTÁCULOS

Tome algunos momentos para estar tranquilo delante de Dios y aquietar su corazón y su mente. ¿Hay vigas en sus ojos? Permita que la Palabra de Dios se las revele. Es difícil cambiar al mundo, ¡pero puede cambiar usted! Pídale a Dios que le muestre las áreas en donde pueda crecer y profundizar su obediencia al Señor.

ORACIÓN

Padre, tu Palabra es lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino. Es tan importante que pueda ver esa luz. Me arrepiento de cualquier tendencia a juzgar a otros. Padre, quita la medida con la que seré juzgado, al sembrar misericordia. Dame una porción de tu misericordia para ahora extenderla hacia otros.

Abre mis ojos y quita toda viga que pueda obstruir mi visión. Sé que es tu verdad la que me hace libre. Entiendo que el malestar que he experimentado se debe que sentía que era mi responsabilidad cambiar o juzgar a mis hermanos. Padre, solo tú conoces los secretos de mi corazón, y los dejo en tus manos. Amén.

GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO

Lucas 6:37; Romanos 14:3–4, 10–13; 1 Corintios 4:1– 5; Santiago 4:7–12