
3Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué dicen estos hombres, y de dónde han venido a ti? Y Ezequías respondió: De tierra muy lejana han venido a mí, de Babilonia. 4Dijo entonces: ¿Qué han visto en tu casa? Y dijo Ezequías: Todo lo que hay en mi casa han visto, y ninguna cosa hay en mis tesoros que no les haya mostrado.
Introducción
Para romper el hielo:
¿Qué es más difícil: perdonar o pedir perdón? ¿Por qué?
¿Qué vieron en tu casa? Y Ezequías le responde: «Todo lo que hay en mi casa han
visto.» (Isaías 39:4; 2a Reyes 20:15).
Ezequías había caído en cama enfermo de muerte, pero Dios había oído sus súplicas,
prolongando su vida en quince años.
Y, para confirmar su promesa, le había concedido una señal extraordinaria, del que cada uno
había sido testigo. La sombra había regresado atrás diez grados en el reloj de Acaz (2a Reyes
20:11).

En la alegría de su recuperación, Ezequías había exclamado: «echaste tras tus espaldas todos
mis pecados; El que vive, el que vive, éste te dará alabanza» (Isaías 38:17, 19).
La llegada de los mensajeros de Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia le daba
una ocasión para hablar a estos idólatras de la gran bondad de Dios.
Se habían enterado de la enfermedad y del restablecimiento del rey y venían para inquirir.
Estos le llevaban un regalo y el rey de Judá se regocija de esta visita que lo halaga.
Las sonrisas del mundo van a hacer caer a este rey hasta entonces fiel.
Estamos expuestos a igual que Ezequias al peligro cuando recibimos con complacencia los
halagos de la gente de este mundo o las de nuestros hermanos.
Juan 5:41.
“Gloria de los hombres no recibo.” Marcos 5:19
“Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.”
“El relato de cómo Ezequías no fue fiel a su cometido en ocasión de la visita de los
embajadores contiene una lección importante para todos.
Necesitamos hablar mucho más de los capítulos preciosos de nuestra experiencia, de la
misericordia y bondad de Dios, de las profundidades incomparables del amor del Salvador.
Cuando la mente y el corazón rebosen de amor hacia Dios no resultará difícil impartir lo que
encierra la vida espiritual.
Aquellos con quienes nos asociamos día tras día necesitan nuestra ayuda, nuestra dirección.
Cada día de la vida está cargado de responsabilidades que debemos llevar. Cada día, nuestras
palabras y nuestros actos hacen impresiones sobre aquellos con quienes tratamos.
Conclusión
La visita de esos mensajeros de un gobernante lejano dio a Ezequías oportunidad de ensalzar
al Dios viviente. ¡Cuán fácil le habría resultado hablarles de Dios, sustentador de todo lo
creado, mediante cuyo favor se le había perdonado la vida cuando había desaparecido toda
otra esperanza!
¡Qué portentosas transformaciones podrían haberse realizado si esos investigadores de la
verdad provenientes de las llanuras de Caldea se hubiesen visto inducidos a reconocer la
soberanía suprema del Dios viviente!
Aprovechemos cada oportunidad que el cielo nos concede para proclamar las riquezas del
evangelio