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LECCION 5 ALEGRATE EN LA MISERICORDIA DEL SENOR PARTE I

1¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubre su pecado! 2Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró la culpa de su cuenta, los que llevan una vida de total transparencia! Salmo 32:1-2 NTV

INTRODUCCION:
“La culpa alborota el alma. La gracia la calma” Existe una culpa que aplasta tu alma como un bloque de concreto y provoca que una persona se sienta culpable por estar viva.

Existe una culpa que dice: lo hice mal. Y, entonces, existe una culpa que concluye: soy una mala persona. “Detrás de las expresiones frenéticas en los rostros de la humanidad, encontramos remordimiento sin resolver.”

Quizás exista alguna persona en el planeta que no haya explorado esta ciénaga de remordimiento, pero todavía no la he conocido. ¿Qué te llevó al fondo? ¿Una aventura de una noche? ¿Las peleas callejeras? ¿Te echaste al bolsillo algo que no era tuyo? O tal vez tu culpa no es el resultado de un momento en la vida, sino de una época en tu vida.

Fallaste como padre o madre. Echaste a perder tu carrera. Desperdiciaste tu juventud o tu dinero.

¿El resultado? La culpa. ¿Una consecuencia severa de la culpa? La ansiedad. ¿Te sorprende? En las listas de lo que típicamente provoca ansiedad, encontramos las agendas muy cargadas, las exigencias poco realistas o el tráfico pesado. Sin embargo, tenemos que profundizar más. Detrás de las expresiones frenéticas en los rostros de la humanidad, encontramos remordimiento sin resolver.

En efecto, el primer motivo de ansiedad de la raza humana puede atribuirse a la culpa.

«Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer [Adán y Eva] oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles» (Génesis 3.8 NVI).

¿Qué le había ocurrido a la primera familia? Hasta este momento, no había indicios de que hubieran sentido ningún miedo o inquietud. Nunca se habían escondido de Dios. De hecho, no tenían nada que ocultar.

«Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» Génesis 2:25

Pero entonces apareció la serpiente y el fruto prohibido. La primera pareja le dijo que sí a la tentación de la serpiente y que no a Dios. Y, cuando lo hicieron, su mundo se aplastó como un acordeón. Adán y Eva se escabulleron entre los arbustos, se escondieron y sintieron una mezcla de vergüenza y miedo.

Como tenían las migajas de las galletas que les dijeron que no se comieran, entonces fraguaron una sarta de maniobras de encubrimiento. Fíjate en la secuencia. Primero vino la culpa. La ansiedad estaba en el remolque. La culpa manejaba el camión, pero la ansiedad saltó a la plataforma.

Adán y Eva no sabían cómo afrontar su fracaso. Y nosotros tampoco. Pero aun así, lo intentamos. No nos escondemos en arbustos. Tenemos formas más sofisticadas para lidiar con nuestra culpa. Nosotros…

  • La adormecemos.
    Con una botella de vodka. Con una hora de pornografía en la Internet. Con un cigarrillo de marihuana, un encuentro en un motel. La culpa desaparece durante el «happy hour», ¿cierto? Y divertido cómo reaparece cuando llegamos a casa.
  • La negamos.

Pretendemos que nunca tropezamos. Ingeniamos un plan para encubrir la mala decisión. Una mentira lleva a otra y luego a otra. Ajustamos la segunda historia para que se alinee con la primera. En poco tiempo, nuestro acto refleja ante cualquier pregunta es:

¿cómo puedo prolongar la farsa?

La minimizamos. No pecamos; simplemente nos extraviamos en el camino.

No pecamos; nos dejamos llevar por el momento.

No pecamos; sencillamente tomamos la ruta equivocada. Solo fue un error de criterio.

  • La enterramos.
    Escondemos la culpa debajo de un montón de trabajo y de un calendario lleno de actividades. Mientras más ocupados estemos, menos tiempo nos queda para pasarlo con la gente que más detestamos: nosotros mismos.”
  • La castigamos.
    Nos cortamos. Nos lastimamos. Nos damos una paliza. Nos azotamos. Si no usamos látigos, entonces usamos reglas. Más reglas. Listas largas de cosas por hacer y ritos que acatar. Penitencias dolorosas.
  • La desviamos.
    Atacamos con palabras a nuestros hijos. Nos desquitamos con nuestro cónyuge. Les gritamos a los empleados o al conductor en el carril de al lado.
  • La neutralizamos.
    Decidimos que nunca más cometeremos otro error. Creamos la familia perfecta y la carrera perfecta. Sacamos las notas perfectas. Somos los cristianos perfectos. Todo tiene que ser perfecto: el pelo, el auto, el tono de voz. Nos mantenemos en control. Sin excepción, no toleramos los deslices ni las metidas de pata de nosotros ni de otros.”
  • La personificamos.
    No nos emborrachamos; somos unos borrachos. No metimos la pata; somos un fracaso. No solo hicimos algo mal; somos malos. Malos hasta la médula. Quizás hasta nos enorgullecemos de nuestra maldad. Es solo cuestión de tiempo para que hagamos otra vez algo mal. Adán y Eva se escondieron detrás de hojas de higuera, arbustos y mentiras. No ha cambiado mucho desde entonces.