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LECCION 4 PARTE II ALEGRATE EN LA SOBERANIA DEL SENOR

Filipenses 4:4 NVI

Las personas más estresadas son fanáticas del control. No consiguen lo que más persiguen. Mientras más intentan controlar el mundo, más se percatan de que no pueden.

La vida se convierte en un ciclo de ansiedad, fracaso; ansiedad, fracaso; ansiedad, fracaso. No podemos tomar el control porque el control no nos corresponde. Jeremías 29:11

La Biblia tiene una idea mejor. En lugar de buscar control absoluto, renuncia a él. No puedes controlar el mundo, pero sí puedes confiárselo a Dios.

Este es el mensaje detrás del consejo de Pablo de «[alegrarse] siempre en el Señor».

La paz está al alcance, no por falta de problemas, sino debido a la presencia de un Señor soberano. En lugar de rememorar en letanía el caos del mundo, alégrate en la soberanía del Señor, como hizo Pablo.

«Lo que me ha pasado ha contribuido al avance del evangelio. Es más, se ha hecho evidente a toda la guardia del palacio y a todos los demás que estoy encadenado por causa de Cristo» (Filipenses 1.12, 13 NVI).

¿Y qué de aquellos alborotadores en la iglesia? ¿Los que predicaban por «envidia y rivalidad» Filipenses 1.15 NVI Sus intenciones egoístas no fueron competencia ante la soberanía de Jesús. «Pero eso no importa; sean falsas o genuinas sus intenciones, el mensaje acerca de Cristo se predica de todas maneras, de modo que me gozo. Y seguiré gozándome» Filipenses 1.18 NTV

Pablo creía que «Dios también le exaltó [a Jesús] hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre» Filipenses 2:9 Tal vez las condiciones en la prisión fueran miserables, pero muy por encima de todo había un «Dios produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad» Filipenses 2.13 NVI

Leer a Pablo es leer las palabras de un hombre quien, en lo más profundo de su ser, creía en la mano firme de un Dios bueno. La fuerza de Dios lo protegía; el amor de Dios lo guardaba. Él vivía a la sombra de las alas del Señor. ¿Y tú? Equilibra tu alma con la soberanía de Dios.

Él reina soberanamente sobre cada detalle del universo. «No hay sabiduría humana ni entendimiento ni proyecto que puedan hacerle frente al Señor» (Proverbios 21.30 NTV).

«Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos» (Daniel 4.35 NVI).

Él «sustenta todas las cosas» (Hebreos 1.3).

Él puede «[llamar] con un silbido a la mosca que está en los lejanos ríos de Egipto» (Isaías 7.18 NVI).

Él nombra a las estrellas y conoce a los gorriones. Grande o pequeño, desde el Ejército Popular de Liberación de China, hasta el ejército de hormigas en mi patio, todo está bajo su control.

¿Quién puede ordenar que algo suceda sin permiso del Señor? ¿No envía el Altísimo tanto calamidad como bien?» Lamentaciones 3:37, 38 NTV

La respuesta de Dios para los tiempos difíciles siempre ha sido la misma: En el cielo hay un trono que está ocupado. Sin duda, este fue el mensaje que Dios le dio al profeta Isaías.

Durante el siglo xiii a. C., Judá disfrutaba de un periodo de paz relativa, gracias al liderazgo estable de Uzías, el rey. Uzías distaba mucho de ser perfecto, pero mantuvo a los enemigos a raya. Aunque los adversarios amenazaban desde todos los blancos, la presencia de Uzías mantuvo la frágil sociedad libre de ataques durante cincuenta y dos años.

Y, entonces, murió Uzías. Isaías, quien había vivido durante el reinado de Uzías, ahora tenía sobradas razones para preocuparse.

¿Qué le ocurriría al pueblo de Judá ahora que Uzías no estaba? O, en tu caso, ¿qué pasará ahora que perdiste tu empleo? ¿O que estás enfermo? ¿O que la economía va en picada ¿Tiene Dios un mensaje para su pueblo cuando llega una pandemia?

Él ciertamente tuvo un mensaje para Isaías. El profeta escribió: El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y se decían el uno al otro:

«Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria» (Isaías 6.1– 3 NVI).

Equilibra tu alma con la soberanía de Dios. Él reina soberanamente sobre cada detalle del universo. El trono de Uzías estaba vacío, pero el trono de Dios estaba ocupado. El reinado de Uzías había terminado, pero el de Dios, no. La voz de Uzías estaba en silencio, pero la de Dios se escuchaba fuerte y clara (Isaías 6.8–10). Él estaba, y está, vivo; está en el trono y es digno de adoración eterna.

Dios no aplacó los temores de Isaías haciendo desaparecer el problema, sino revelando su poder divino y su presencia.

Míralo de esta manera. Imagínate que tu papá es el cirujano ortopeda más reconocido en todo el mundo. La gente viaja desde países lejanos para que los atienda. Él cambia regularmente articulaciones dañadas por unas saludables. Con la misma seguridad que la con que un mecánico cambia bujías, tu papá saca y reemplaza caderas, rodillas y hombros.

A los diez años eres algo joven para comprender los méritos de un cirujano afamado. Pero no eres demasiado joven para caerte por las escaleras y torcerte el tobillo. Te contorsionas en el suelo y gritas pidiendo ayuda. En unas cuantas semanas es tu primer baile escolar. No hay tiempo para muletas. No hay tiempo para cojera. ¡Necesitas un tobillo sano! Y el tuyo es cualquier cosa menos eso.

Y entonces tu papá entra a la habitación, y todavía viste su bata de cirujano. Te quita el zapato y tu media y examina la lesión. Te quejas cuando ves un chichón de tamaño de una pelota de tenis.

La ansiedad de adolescente entra en acción. —Papá, ¿volveré a caminar?
—Seguro que sí.
—¡Nadie puede ayudarme!

—Yo puedo.
—¡Nadie sabe qué hacer! —Yo sé.
—No, no sabes.

Tu papá levanta su cabeza y te hace una pregunta: ¿Sabes a qué me dedico?.

Realmente no sabes. Sabes que todos los días va al hospital. Sabes que la gente lo llama «doctor». Tu mamá piensa que es muy inteligente. Pero tú no sabes realmente a qué se dedica tu papá.

«Bueno, es hora de que lo descubras», te dice mientras coloca una bolsa de hielo en tu tobillo. Cuando sales de la escuela al día siguiente, él te está esperando en el estacionamiento. «Dale, sube. Quiero que conozcas mi trabajo», te dice. Maneja hasta el hospital y te muestra la constelación de diplomas que cuelgan en su oficina. Al lado de ellos, hay toda una colección de premios que incluyen palabras como distinguido y honorable.

Luego te entrega un manual de cirugía ortopédica que tiene su nombre en la portada.

—¿Tú escribiste esto? —le preguntas. —Sí —te contesta.

Su teléfono celular suena. Después de la llamada, él anuncia: «Vamos al quirófano». Te lavas las manos y lo sigues a la sala de operaciones, caminando con tus muletas. Durante los próximos minutos ves desde un asiento de primera fila una operación de reconstrucción de tobillo. Él es el comandante de la sala de operaciones. Nunca duda ni busca consejo. Simplemente actúa.”

Una de las enfermeras te susurra: «¡Tu papá es el mejor!».
Ya de camino a casa aquella tarde, miras a tu papá. Ahora lo ves con otros ojos. Si puede hacer una operación ortopédica, es muy probable que pueda tratar un tobillo hinchado.

Así que le preguntas: «¿Crees que voy a estar bien para el baile?».
«Sí, vas a estar bien».

Esta vez sí le crees. Tu ansiedad disminuye conforme aumenta tu comprensión de tu papá.

Esto es lo que pienso: nuestros temores más grandes son tobillos torcidos para Dios. Y también creo esto: mucha gente vive con ansiedad innecesaria por cojeras temporales.

La próxima vez que le temas al futuro, alégrate en la soberanía del Señor. Alégrate en lo que él ha hecho. Alégrate porque él puede hacer lo que tú eres incapaz de hacer. Llena tu mente con pensamientos de Dios.

Tu ansiedad disminuye conforme aumenta tu comprensión de tu papa.

Él es el «Creador, el cual es bendito por los siglos» (Romanos 1.25).

[Él] es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13.8).

Tus años no tienen fin» (Salmos 102.27 NVI).

Él es rey, gobernante supremo, monarca absoluto y gobernante supremo de toda la historia. Con solo arquear una ceja, un millón de ángeles se voltearán y le rendirán homenaje.

Todas las coronas son papel maché al lado de la de él. No consulta con asesores. No necesita un congreso. No le rinde cuentas a nadie. Él está al mando.

La soberanía le da al santo un sendero ventajoso a la paz. Otros ven los problemas del mundo y retuercen las manos. Nosotros vemos los problemas del mundo y doblamos las rodillas. Jeremías lo hizo.

Mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien, Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová. Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí. Lamentaciones 3:17–20 Eleva tu mirada. No te pierdas en las crisis.

Atrévete a creer que pasarán cosas buenas.

Atrévete a creer que Dios te estaba hablando cuando dijo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» Romanos 8:28

La mente no puede estar llena de Dios y llena de temor al mismo tiempo. «¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!» Isaías 26:3 NTV

La ansiedad disminuye conforme aumenta la confianza.