“Pero ahora sean santos en todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo. Pues las Escrituras dicen: “Sean santos, porque yo soy santo”. Recuerden que el Padre celestial, a quien ustedes oran, no tiene favoritos. Él los juzgará o los recompensará según lo que hagan. Así que tienen que vivir con un reverente temor de él durante su estadía aquí como “residentes temporales”. —1 PEDRO 1:15–17
PEDRO CAMINÓ CON Jesús y fue testigo de este juicio. Después escribió estas palabras con inspiración y una amonestación sincera. Más adelante en esta misma epístola, Pedro habla sobre el amor por el Señor que debería arder en nuestros corazones, diciendo: “Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto” (1 P. 1:8).
Somos llamados a tener una relación de amor personal con nuestro Padre, pero Pedro se apresura a agregar el equilibrio: el temor de Jehová. Nuestro amor por Dios está limitado por la falta de temor santo. Nuestros corazones deben resplandecer con la luz y el calor de ambas llamas.
Pablo no caminó con Jesús en la tierra, pero tuvo un encuentro con Él camino a Damasco. Él exhortó a los creyentes, diciendo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12, RVR60).
De hecho, esta frase “con temor y temblor” se vuelve a repetir algunas veces en el Nuevo Testamento, para describir la relación apropiada entre un creyente y Cristo.
Debemos recordar estos dos atributos inalterables: “Dios es amor” y “Dios es fuego consumidor” (1 Juan 4:8; Hch. 12:29, RVR60). Debido a que Dios es amor, podemos acercarnos a Él confiadamente. La Biblia agrega que debemos presentarnos delante de Él de una manera aceptable. ¿Cómo? Con “temor y reverencia” (Hch. 12:28, RVR60).
En uno de los servicios que se realizaron durante una semana de reuniones en Kuala Lumpur, Malasia, (John) temblé ante la santa presencia de Dios. Aquel día sentí la presencia del Señor llenar el edificio con varias olas diferentes, y muchas personas comenzaron a reírse en la medida en que su gozo fluía. Esto continuó durante diez a quince minutos.
Después de esto, oí al Señor decir: “Me voy a derramar en una última ola, pero será diferente de las anteriores”. Me mantuve en silencio y esperé. Al minuto, una manifestación de la presencia de Dios muy distinta penetró en el edificio. Fue maravilloso y casi aterrador. Aun así, me metí por completo. El ambiente se volvió cargado. Las mismas personas quienes habían estado riéndose hacía solo unos instantes comenzaron a llorar, gemir y clamar. Algunos incluso gritaban como si se estuvieran quemando.
No obstante, no eran los gritos atormentados que resultan de una actividad demoníaca.
Mientras me paseaba por la plataforma, pensé: “John, no hagas ningún movimiento en falso ni emitas ninguna palabra equivocada; si lo haces, eres hombre muerto”. No estoy seguro si habría sucedido, pero este pensamiento transmitió la intensidad que sentía. Más tarde, pensé en Ananías y Safira (Vea Hechos 5:1–11). Sabía que la irreverencia no podía tener lugar ante esta presencia maravillosa.
Salimos de la reunión envueltos en asombro de la presencia de Dios. Un hombre, quien fue tocado de manera poderosa por su presencia, más tarde me dijo: “Me siento tan limpio por dentro”. Estuve de acuerdo, porque también me sentía purificado. Después encontré esta escritura: “El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre” (Sal. 19:9, RVR60). En el camino a su presencia, debemos temer a Dios.
QUITAR LOS OBSTÁCULOS
Reflexione acerca de la doble naturaleza del Padre. Él es un Dios santo tanto para amar como para temer. Adore hoy al Señor por quién es Él. Pídale que imparta el temor santo en su corazón, al entrar a su presencia. Permita que su santidad profundice su amor por Él.
ORACIÓN
Padre, transfórmame en un vaso santo tal como tú eres santo. Cambia mi corazón y moldéame para ser alguien que entienda el temor del Señor, pero que aún te ame con un amor más profundo. Gracias porque a causa de la sangre de Jesús puedo entrar al lugar santísimo y presentarme delante de ti. Limpia mi mente y mi corazón al vivir y trabajar en este mundo. Quiero ser un testigo que rebosa de tu amor y de tu gracia en mi vida. Úsame para atraer a otros a la fe salvadora en Jesús. Te alabo porque me enseñas paso por paso cómo avanzar por el camino a tu presencia. En el nombre de Jesús, amén.
GUÍA PARA EL CAMINAR DIARIO
Hechos 5