
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
Introducción
Para romper el hielo:
¿Alguno de ustedes fue agredido verbal o físicamente?
¿cómo reaccionó? ¿Alguna vez usted pagó bien por mal?
¿Cómo se sintió?
¿Alguna vez, un amigo lo defendió de alguien que le quería hacer daño?
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien
no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas! Romanos 10:14,15
– Este texto del apóstol Pablo, nos recuerda que hay un proceso para que las almas sean
salvas.

– Y hay elementos que no pueden ser remplazados para que este proceso se lleve a
cabo. En el versículo 14 Pablo nos dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no
han creído?”
– Una pregunta de fundamento, de comienzo, de profunda repercusión para alcanzar el
propósito de Dios hacia las almas.
¿Cómo pues puede un ser humano clamar a aquel en el cual no cree?
¿Acaso es posible Invocar con fe sin tener una seguridad de que al que clamo me escucha?
La respuesta parece saltar desde las líneas de la epístola Paulina a los romanos, y esta es su
respuesta, “no es posible invocar sin creer”, “Porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que existe”. Hebreos 11:6
Esto nos lleva a la segunda pregunta de Pablo en el versículo 14 en cuestión. ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído?
Miles de personas en el mundo necesitan escuchar el mensaje de salvación para tomar
decisiones de vida eterna.
“El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros. Hoy día, como entonces,
un Salvador crucificado y resucitado ha de ser levantado delante de los que están sin Dios y
sin esperanza en el mundo.
El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus
siervos el mensaje de salvación.
A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón de Cristo.
El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos, conmovedores. Centenares están aguardando la amonestación para poder escapar a la condenación. El mundo necesita ver en los cristianos una evidencia del poder del cristianismo. No meramente en unos pocos lugares, sino por todo el mundo se necesitan mensajes de misericordia”.
Nos queda todavía una pregunta que el apóstol Pablo nos hace y esta es: “¿Y cómo oirán
sin haber quien les predique?”
Otra de las verdades fundamentales de este proceso es que tú y yo necesitamos estar
dispuestos a predicarles las buenas nuevas a los perdidos.
Muchas veces los cristianos nos conformamos con observar, y gozarnos en la presencia
de Dios, cantar coros, y vivir una vida sin compromiso.
“Un hombre que permanece sentado y rehúsa ejercitar sus miembros, perderá pronto toda
facultad de usarlos.
De la misma forma el cristiano que no ejercita las facultades que Dios le ha dado, no
solamente deja de crecer en Cristo, sino que pierde la fuerza que una vez tenía. Se convierte
en un paralítico espiritual.
Son aquellos que, con todo amor a Dios y a sus semejantes, están luchando para ayudar a
otros, los que llegan a estar establecidos, fortalecidos y afirmados en la verdad.
El verdadero cristiano trabaja para Dios, no por impulso, sino por principio; no durante un día o
un mes, sino durante toda su vida”.
“Todo seguidor de Jesús tiene una obra que hacer como misionero en favor de Cristo, en la
familia, en el vecindario, en el pueblo o ciudad donde viva. Todos los que están consagrados a
Dios son canales de luz. Dios hace de ellos instrumentos de justicia para comunicar a los
demás la luz de la verdad.
Conclusión
No importa dónde estemos, no importa lo que enfrentemos, no importa lo que pasamos en la vida. Dios quiere hacer de cada uno de nosotros testigos poderosos de su gracia, verdaderos hijos e hijas de su familia y fieles discípulos que predican la Palabra con sus dones y con su vida.