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LECCION 30: YO IRE POR EL MILAGRO DE LA REPRODUCCION

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en
vosotros”.

Introducción

El texto anterior parece extraño; porque Pablo se compara con una mujer embarazada sufriendo dolores de parto, es bien conocido que la mujer representa a la iglesia en diferentes lugares de las Sagradas Escrituras. Efesios 5:25, Apocalipsis 12:1

Hablando biológicamente, la mujer tiene el privilegio de reproducir la vida, y de la misma
manera, podemos decir que la Iglesia tiene el privilegio de reproducir la vida espiritual, es decir,
propiciar el ambiente y las condiciones para que se produzcan nuevos embarazos y
nacimientos espirituales.

La iglesia como cuerpo, y nosotros como miembros de ese cuerpo cuyo esposo y cabeza es
Cristo, estamos llamados a tener hijos. (Ganar nuevas almas).

Es muy curioso que Pablo llama hijo a Timoteo y a otros, pero nunca se presenta como padre.

Aunque se deduce cuando refiriéndose a Onésimo dice: “…a quien engendré en mis prisiones”, (Filemón 1:10)

En base a obtener una información correcta de un creyente, nunca deberíamos preguntar cuántos años lleva de convertido, si devuelve los diezmos, si canta en el coro, si es diácono o maestro de la escuela Dominical. La pregunta clave y trascendental sería: ¿Tienes hijos espirituales? ¿Sufres de embarazo por las almas?

Ana era una mujer estéril, no podía tener hijos, y su esposo tratando de consolarla le dijo: “Ana
¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo
mejor que diez hijos? (1 Samuel 1:8).

Sin embargo, esto no alegraba a Ana, porque no hay nada que pueda compararse con la alegría y el orgullo de tener un hijo.

De la misma manera, un creyente puede haber recibido muchas bendiciones por las cuales pudiera sentirse feliz, pero ninguna superaría la inmensa alegría que proporciona ganar un alma para Cristo.

El esposo de Ana estaba equivocado, cuando al verla llorando y sin comer la interrogó así.

Ningún otro amor sustituye al de los hijos. Es muy significativo que Ana oraba largamente y tenía una sola petición: Señor, dame un hijo;
Señor, dame un hijo. (Versículo 11). Similar a ésta fue la petición de Raquel la esposa de Jacob (Gen. 30:1) cuando suplicó: …
dame hijos o si no, me muero.

La gran diferencia consistía en que Raquel se lo pidió a su marido, mas Ana se lo pidió a Dios.
Muchos años pasaron hasta que Raquel parece que clamó a Jehová y entonces tuvo dos
hijos.

Aquí está la clave del asunto. ¿A quién clamamos, y delante de quién derramamos nuestra
alma si queremos reproducirnos y ganar almas para Cristo? La misma Ana lo dice cuando dio
a luz: …Por cuanto lo pedí a Jehová. (versículo 20).

Conclusión

La estéril clamó a Jehová y él le concedió hijos e hijas. “Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas.
Y el joven Samuel crecía delante de Jehová”. 1 Samuel 2:21
Si hace mucho tiempo que no has ganado a nadie para Cristo, o si nunca has tenido esa linda experiencia, Clama, pide insistentemente y con lágrimas a Dios, y él te concederá tener muchos hijos espirituales, ganar muchas almas para Cristo.

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