
5Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
Introducción
Para romper el hielo:
Si le dijeran que solo le queda un día de vida ¿Qué es lo que usted haría?
En esta maravillosa historia que se presenta en Juan 4, vemos como Jesús, el Misionero más Grande del mundo, va más allá de la cultura, de la religiosidad, de los estereotipos (patrones de conducta aceptados por la mayoría) y más allá aun de nuestras propias debilidades para hacer en nuestra vida cosas maravillosas que solamente Él puede hacer.
Los judíos menospreciaban a los samaritanos, no tenían contacto con ellos por motivos religiosos, ya que ellos adoraban en el monte Gerizim y los judíos en Jerusalén (1 Reyes 12:25- 29)
Y por motivos raciales ya que para los judíos los samaritanos eran una raza impura, mezclada con otras naciones que fueron traídas por los Asirios cuando el reino del norte fue conquistado y deportado a Asiria. (2 Reyes 17:22-24)

Pero que maravilloso es que nuestro Señor Jesucristo no vio a la mujer samaritana ni a los samaritanos con desprecio, ni con odio, ni con indiferencia, sino con amor, pues le “era necesario pasar por samaria” para cumplir su propósito de buscar y salvar lo que se habia perdido.
La mujer samaritana vino al pozo en la hora sexta, es decir al medio día, normalmente las mujeres venían a sacar agua de los pozos o más temprano o más tarde, y normalmente el momento de sacar agua era aprovechado por las mujeres para tener contacto social con otras mujeres de la comunidad, pero esa mujer seguramente por su presente y por su pasado seria marginada, es decir en su corazón seguramente habría mucha soledad.
– Pero nuestro Señor no vio a esa mujer, ni a nosotros como mira la sociedad. Nos ve con amor eterno (Jeremías 31:3)
– Este encuentro estaba planificado desde la eternidad.
– Jesús le ofreció lo que ningún hombre le había podido dar: La salvación que salta de su interior como ríos de agua viva.
Mientras la mujer hablaba con Jesús, le impresionaron sus palabras.
Nunca había oído expresar tales sentimientos por los sacerdotes de su pueblo o de los judíos.
Al serle revelada su vida pasada, había llegado a sentir su gran necesidad.
Comprendió la sed de su alma, que las aguas del pozo de Sicar no podrían nunca satisfacer.
Nada de todo lo que había conocido antes, le había hecho sentir así su gran necesidad.
Jesús la había convencido de que leía los secretos de su vida; sin embargo, se daba cuenta de que era un amigo que la compadecía y la amaba.
Aunque la misma pureza de su presencia condenaba el pecado de ella, no había pronunciado acusación alguna, sino que le había hablado de su gracia, que podía renovar el alma.
Empezó a sentir cierta convicción acerca de su carácter, y pensó: ¿No podría ser éste el Mesías que por tanto tiempo hemos esperado?
Entonces le dijo: “Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él viniere nos declarará todas las cosas.” Jesús le respondió: “Yo soy, que hablo contigo.”
Dejando su cántaro, volvió a la ciudad para llevar el mensaje a otros.
– Con corazón rebosante de alegría, se apresuró a impartir a otros la preciosa luz que había recibido.
“Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo?”— dijo a los hombres de la ciudad.
Sus palabras conmovieron los corazones. Había en su rostro una nueva expresión, un cambio en todo su aspecto. Se interesaron por ver a Jesús. “Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.”
Conclusión
“Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Pero por medio de la mujer Samaritana toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida.
El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida.