ELIGE LA CALMA
5. Lee otra vez Filipenses 4.8, 9 y escribe los atributos en los que Pablo nos exhorta a enfocarnos.
Presta atención particularmente al primer atributo que menciona Pablo. ¿Crees que la fuente de tu ansiedad es verdadera? ¿Se ha convertido esa fuente en una realidad o es algo que podría ocurrir?
Si no ha ocurrido, ¡no te sigas preocupando por ello!
6. Por otro lado, si la fuente de tu ansiedad es real, haz una lista de otras verdades que son buenas. Estas cosas son tan ciertas como la montaña que enfrentas.
¿Qué lista tendrá prioridad en tu mente? ¿Qué papel crees que juega el Espíritu Santo para ayudarte a hacer esto?
7. ¿A quién te diriges cuando escuchas malas noticias?
Menciona por lo menos a tres personas.
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¿Dónde está Dios en la lista?
¿Qué dice la posición que Dios ocupa en esta lista sobre lo que tú crees acerca de su habilidad para solucionar tus problemas o su deseo de escuchar tus oraciones?
8. Lee Salmos 8 y Salmos 121.
¿Hay algo en estos pasajes que llama tu atención acerca de Dios?
Con frecuencia, nuestra perspectiva de nuestros problemas se destaca más que nuestra perspectiva de Dios.
¿De qué manera puedes comenzar el día de modo que la fuente de tu ansiedad se aprecie desde la perspectiva adecuada en relación con el poder magnánimo de Dios?
9. Toma algún tiempo para enumerar tus pensamientos ansiosos del día de hoy y presenta cada uno de ellos ante el Señor con esta oración:
«Jesús, este pensamiento ansioso y negativo buscó la forma de infiltrarse en mi mente. ¿Viene de ti?».
Pídele a Jesús que elimine de tu mente cualquier pensamiento que no provenga de él.
MEDITACIÓN
¡Oh Dios mío!, a ti te invoco al comienzo del día. Ayúdame a orar y a concentrar mis pensamientos en ti; no logro por mí mismo. Reina en mí la oscuridad, pero en ti está la luz; estoy solo, pero tú no me abandonas;
estoy desalentado, pero en ti está la ayuda; estoy intranquilo, pero en ti está la paz; la amargura me domina, pero en ti está la paciencia: no comprendo tus caminos, pero tú conoces el camino recto para mí.
“Padre que estás en los cielos, te alabo y te doy gracias por el descanso de la noche”